
🎬 El director de cine, la voz en off y los personajes, ¿quiénes son reales y quiénes de ficción?






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Estamos ingresando en la sala del cine. Hemos decidido, por fin, ir a ver esa película que tanto queríamos y estábamos esperando que se estrenara. Nos acomodamos en la butaca, con una gaseosa transpirada del frío y un balde enorme de palomitas de maíz, y nos predisponemos a disfrutar de la historia que está a punto de transcurrir frente a nosotros.
Comienza la cinta a correr, los reflectores laterales que iluminan la sala acaban de apagarse por completo, y las tiras de luces discretas que marcan el contorno de cada escalinata que asciende por los pasillos entre butacas ya emite su suave blanco azulino, guiando la caminata de los rezagados que, aprovechando las colillas previas, cuentan con unos minutos más para llegar a tiempo al inicio de la película. Y no faltan espectadores que silencien a la fuerza con extensas chitadas carentes total de paciencia a quienes no se sumergen de inmediato en el clima impuesto por la enorme pantalla central.
Y ahí viene uno de los nombres que varios esperamos que atraviese la pantalla: el nombre del director. Es que, sabiendo que ese director ha sido quien ha dirigido la película, es garantía de que las más de dos horas que invirtamos sentados en esa butaca, se traducirán en una buena experiencia ganada.
Comienza la película. Las primeras escenas se suceden con cierta quietud, mientras el inicio de la historia se da a conocer a través de un subtitulado cursivo que acompaña la voz en off. Una vez algo adentrados, entrados en calor, estamos a la puerta de las próximas escenas que, al parecer, se encuentran bien anudadas y complicadas, por lo que deberá correr bastante agua por abajo del puente para encontrar la dicha de desatarse y llegar a una resolución.
Los personajes principales y secundarios son inconfundibles. Como también lo es la voz en off y el director de la película. Siguiendo esta aclaración que parece caerse de madura, estoy segura de que a la pregunta sobre quiénes de ellos son reales y quiénes son ficcionales, la respuesta pareciera saltar a todas luces, con un cartel luminoso en la frente que dice:
“El director es real, no un personaje. Los personajes son ficción, no reales”.
Pero, en el caso del narrador de la voz en off, ¿resulta tan evidente? ¿La respuesta cae de inmediato de tanta madurez que alcanzó esa fruta?
La respuesta es no. No resulta tan evidente, ni la manzana rueda con una madurez total. Porque nos lleva un poco más de tiempo determinar si pertenece a la esfera de lo real o si debemos incluirlo en el grupo que convive sólo en la ficción. O, mejor dicho, nos podría llevar algo más de tiempo mencionar que pertenece a la ficción de la película pero que no tiene actuación directa como sí la tienen los personajes, que son los que llevan sobre sus hombros el desarrollo del argumento, las acciones y omisiones que van dándole forma al planteo.
Esta es la particularidad exclusiva que detenta el narrador. Y también la figura del narrador se presenta en el libro, en la historia que se deja leer entre páginas. El narrador está con un pie en cada uno de los dos mundos. Puede comentar, juzgar, opinar, condenar y hasta reivindicar a los personajes de la historia, pero no participa de manera directa. Ese es el pie que mantiene en el mundo ficcional. Pero también, se mantiene fuera de la historia, sino que la observa y hasta la interviene muy de cerca, pero no por ello se encuentra en el lugar del escritor. El narrador es a la historia lo que es el relator periodístico a un partido de fútbol.
Y de la misma manera que no se nos ocurriría confundir al director de la película que aún disfrutamos en la sala del cine con el narrador de la voz en off, aquella confusión tampoco debería acontecernos cuando leemos un libro: el director de la película -el escritor- no es el narrador. El escritor descansa y delega en el personaje ficticio del narrador la responsabilidad de opinar y contar -al igual que el relator del partido de fútbol- lo que sucede en el interior de la historia.
Creo que resulta más fácil verlo en el caso de una película, pero no sé si se evidencia con tanta nitidez en el caso del escritor. Es interesante entender esta figura del narrador ya que, por consecuencia, sería un error fundir ambas entidades -narrador y escritor- en una sola, y pensar con total liviandad que las opiniones y las tendencias de pensamiento que el escritor manifiesta a través de la voz del narrador pertenecen realmente a él. Porque un escritor, de hecho, podría volcar en el narrador juicios e intervenciones que van en sentido contrario a lo que realmente piensa pero que, como recurso a la hora de escribir una novela, le conviene y le es apropiado servirse de ello.
Es decir, que los juicios y criterios que ese narrador despliega cada vez que interviene, por ejemplo, en los diálogos de los personajes -justo en el momento en que estos no hablan, sino que es el narrador quien explica quién habló, cómo habló y en qué circunstancias lo hizo- son de exclusiva propiedad de ese relator, que no se traslada, o no debería trasladarse de manera directa al escritor.
De lo contrario, en lugar de estar frente a una novela, estaríamos frente a una columna de opinión de un periódico de tirada local, en la cual se deja patentado que la opinión y los juicios que tiene el autor de esa columna son, en verdad, de él. El narrador, así, cubre la identidad del escritor, otorgándole la posibilidad de moverse con libertad, y de acuerdo la novela se lo demande, de un criterio a otro bajo la máscara y los ropajes del narrador, sin necesariamente asumirse como autor de esas opiniones, sino sólo de la historia.
Todavía más lejano quedaría la intención de generar una relación de autoría directa entre el escritor y los pensamientos y opiniones de los personajes. Estos, concebidos por su progenitor, es decir, quien escribe, van cobrando autonomía propia, personalidad única, opiniones particulares y formas de pensar y de expresarse que pertenecen a cada uno de ellos, de los seres del mundo de la ficción. De la misma manera que no podemos afirmar que los hijos son directamente una réplica y el exacto equivalente a sus padres -aunque carguen con herencias que les vienen impuestas por el ADN- tampoco podríamos afirmar que los personajes, por ser creados por la pluma del escritor, son, piensan y expresan ideas y filosofías que, seguramente, son propiedad del escribiente, aún cuando las expresiones que deposita en sus personajes pertenezcan a facetas inconscientes o no manifestadas de su propio bagaje personal.
Existen excepciones, como toda postura que se plantea como la regla general. Sería el caso, por ejemplo, de un libro o una película cuyo personaje principal, o bien puede ser secundario, relata en primera persona lo que va viviendo en la historia, haciéndonos parte de ese relato interno, de esa forma particular a través de la cual filtra e interpreta los acontecimientos de la trama.
Luego de esta reflexión, me gustaría saber qué te trajo este tema:
🍿 ¿Sentiste alguna vez decepción o enojo con un escritor por las opiniones o formas de ser de sus personajes?
🍿 ¿Qué piensan al respecto? ¿Cuánta carga de personalidad crees que un escritor deposita sobre sus creaciones, sobre los personajes que recrea en una historia?
Si quieres, te animo a que compartas tu opinión en comentarios.
Este contenido fue emitido en el EPISODIO 4 que te compartimos a continuación:
🎙️ Melodías de un escrito | El Podcast para Escritores
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